Hemos visitado uno de esos lugares de Grecia llenos de historia y belleza natural pero que, por tener un acceso complicado, nunca visitan los turistas.
El Santuario de Hera del cabo Ireón es un curioso emplazamiento arqueológico. Hera, diosa del Hogar y, por tanto, del retorno seguro a casa recibía culto en este puerto y avitualladero donde los barcos repostaban agua antes de partir.
Pese al calor sofocante la visita valía la pena, aunque llegamos allí huyendo de sitios excesivamente concurridos. En los fines de semana de julio los atenienses se esparcen como una plaga de langostas colonizando los doscientos kilómetros alrededor de la “Polis”. Dado el reducido tamaño de las playas griegas, el resultado es que si uno no madruga, o paga un pastón en una playa privada, no hay manera de lograr un rinconcito cómodo. Nosotros después de comer, regular y caro, hicimos nuestro ratito de playa y vuelta a casa.
La visita y playa se vieron profundamente entristecidas por una de las noticias más desoladoras que nunca haya recibido: mi buena amiga Loli Mateo, amiga del pueblo de mi padre en Teruel, murió repentinamente el día anterior a esta excursión, en la plenitud de su madurez y dejándonos solos a todos, los suyos y sus amigos, sin poder siquiera despedirnos.
Descanse en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario